jueves, 18 de abril de 2024

Albert Sánchez Piñol. Payasos y monstruos (los jueves pensamos)

 


Un fantástico repaso por las dictaduras africanas más bizarras y asombrosas, que llaman tanto a la risa (por su exceso, excentricidades...) como al llanto (pues fueron grandes tiranos que masacraron a sus pueblos o los llevaron hasta la pobreza más extrema con sus sueños megalómanos)

Idi Amin Dada, Bokassa, Banda, Mobutu Sese Seko, Sékou Touré, Haile Selassie, Macías y Obiang van desvelándonos a través del ensayo para que podamos comprobar con nuestros propios ojos cuanto de miserable y ruin tiene el ser humano.

Pues algunos podrán estar tentados a pensar: claro, es África, pero estupidez humana, especialmente cuando se entrecruza con el poder, no tiene límites (que me pregunten a mi). Más cuando se aplica sobre poblaciones escasamente educadas (y no pensemos los siempre orgullosos europeos que estamos ya tan lejos de ellos), ingenuas al no estar expuestas a las manipuladores que ellos aprenderán de sus propios colonizadores.

Porque tampoco hemos de olvidar que todas estas cosas pasaron, también, porque las antiguas y nuevas metrópolis lo permitieron pues acaso les servía a sus propios intereses.

No es sólo África. Somos todos nosotros





                                                   ÍNDICES DE NARRATIVAS

martes, 16 de abril de 2024

COSAS GRIEGAS. LA RELIGIÓN EN EL HELENISMO

 El abandono de la religiosidad tradicional vinculada a la vida de la polis significó el triunfo definitivo de la religión individual. El individuo se hallaba ahora en medio de territorios inmensos, sometido por completo a la voluntad lejana del monarca de turno y convertido, de hecho, en un simple número más que debía afrontar en solitario todas sus necesidades espirituales sin la protección corporativa que representaba la polis en este terreno, como señaló A. J. Festugière. Esta clase de necesidades individuales y trascendentes se traducía en el deseo de adquirir algunas certezas sobre la vida futura en un universo en el que los dioses tradicionales habían dejado de tener vigencia y sentido. […] Con la ampliación de horizontes, que para muchos supuso la apertura de fronteras y la marcha a tierras de Asia, estas necesidades empezaron también a encontrar respuesta en cultos orientales que, aunque podían resultar extraños al principio a la mentalidad griega, poseían un enorme atractivo para los recién llegados por su colorido y el aparente espíritu de solidaridad y seguridad que proporcionaban a sus fieles. Cultos como el de Isis, la denominada Afrodita siria o la Gran Madre frigia, comenzaron a ganar seguidores entre los nuevos habitantes de los reinos helenísticos[8]. Algunos de esos cultos ofrecían a sus fieles, como antes lo hicieran otras sectas mistéricas (como la de los órficos y más tarde los cristianos), una promesa de felicidad para el alma tras la muerte, en un paraíso para los iniciados y los justos, en tanto que a los otros, a los no iniciados, les aguardaba en el más allá un castigo infernal como pago por sus crímenes y necedades.


Grecia para todos (Carlos García Gual)


Junto a ellos surgieron los cultos dinásticos en torno a los monarcas divinizados ya en vida, cultos mantenidos con pompa oficial y carácter político, al servicio de la propaganda regia. Estas prácticas, que encontrarán más tarde en la Roma imperial su manifestación más espectacular, tuvieron sus comienzos siglos antes en los varios reinos helenísticos.

Los Griegos y nosotros : antropología comparada de la Grecia antigua 


                          COSAS DE GRIEGOS

sábado, 13 de abril de 2024

EL LIBRO DEL SÁBADO. Fernando Mansilla. Canijo

 

Una verdadera bomba de relojería hecha libro.

En la Sevilla de los años 80, muy muy lejos del tópico turístico, la heroína ha comenzado a entrar en sus barrios más extremos (las Tres mil viviendas y la zona de la Macarena, con el epicentro de la plaza del Pumarejo). Esta es la historia de todos sus habitantes, una Una novela tan dura y apasionante como la de los clanes mafiosos que han cambiado Sicilia por Sevilla (espectacular la guerra entre bandas gitanas y su comités de paz en las Tres Mil; una escena del mejor cine negro)

Es la Sevilla de los yonkis, la heroína, los gitanos y atracos. Una dura Sevilla que existe detrás de su tópico turístico.

Es el barrio de la Macarena que todavía aún no se había gentrificado, la zona de la Alameda con sus putas y travestis; la parte de los callejones de la Hiniesta con sus plantas bajas desde cuyas ventanas que vendían droga, la Encarnación aún sin setas y con un mercado de abastos o, ya al final del todo, el barrio Santa Cruz y los primeros grandes grupos guiris

En estos escenarios Mansilla mueve a sus personajes que podrían (¿lo fueron?) verdaderas personas de carne y hueso estereotipos de aquella fauna de hombres duros a los que terminó por derrotar primero los monos de abstinencia y más tarde el SIDA.
Gallitos que luchaban por hacerse un lugar en aquella sociedad tan sumamente violenta, llena de navajas y de todo tipo de hostilidades contra los que eran más débiles
Gitanos, payos descastados y sobre todo yonkis, muchos yonkis, que lentamente van haciendo su camino de descenso hacia los infiernos.
Carlos serena, el Canijo, el Limones, Luis Molina y su familia gitana, Encarna, Soledad.... Son personajes verdaderamente estremecedores que todavía aún saben conservar un pozo de humanidad y ternura en medio de aquel ambiente terrible. Realmente el escritor los trata sin falsas idealizaciones pero tampoco agarrando las tintas (sin regodearse en las escenas más tremendas) pues en el fondo son sólo unos náufragos de sí mismos que han entrado un camino del que ya no va a salir jamás,; bien los saben. Son prisioneros de la droga pero también de la violencia o de la conservación de los peculiares estatus sociales.
Y hay asesinatos, atracos, monos, palizas, peleas ... que nunca se exageran, simplemente se describen, sin ningún tipo de moralidad. Sólo cosas que suceden, como los cuadros de Caravaggio en donde los jaques, truhanes y asesinos del siglo XVII se retrataban en los lugares más inhóspitos de Roma
Todo con un ritmo y una forma de montar que recuerda directamente las mejores películas del género negro en donde se juega con los tiempos las velocidades y el propio espectador

Para nosotros que vimos ese mundo en el Madrid de los años 80 ha resultado estremecedora la lectura de este libro. Algunos de nuestros amigos se perdió en él y terminó muriendo o simplemente fuimos atracados por esos yonkis de cara cadavérica y gestos lentos que estaban más allá de la vida; verdaderos zombis mucho antes de que se esto se pusieron de moda.
Porque quizás por un simple azar nosotros no llegamos a entrar en ese mundo que teníamos tan cerca, que nos rodeaba tan a menudo.

Nosotros jugábamos en los parques y había que tener cuidado para no pincharse con una jeringuilla. A nuestro lado hubo chavales que empezaron a inhalar pegamento y terminaron hasta arriba de caballo. Veíamos las bolitas de papel de plata tiradas por el parque después de hacerse un chute, y nosotros teníamos una litrona y, como mucho, un porro para 13, y logramos pasar estos años sin engancharnos mientras regateábamos yonkis de ojos hundidos y boca pastosa, llenos de miedo por dentro que salía hacia afuera , y sin que entonces nosotros lo supiéramos verdaderamente, nos hablaban de esa muerte que se acerca en sus pómulos de arista y las manchas en caras y manos.

La forma de narrar es, simplemente, magistral, digna de los mejores montajes de la Trilogía del Padrino


MÁS NOVELAS SOBRE SEVILLA


Solsona


                                ÍNDICES DE NARRATIVA



jueves, 11 de abril de 2024

Jean Botteró. Mesopotamia. La religión más antigua del mundo (los jueves pensamos)

Un interesante manual para comprender los aspectos más esenciales de la religión Mesopotámica (en realidad la practicada por sumerios, acadios y babilónicos, pues los asirios apenas si se trabajan)

Se comentan los principales dioses del gran panteón mesopotámico (hablándonos de un curioso monoteísmo, el del dios titular de la ciudad, que convive en un amplio politeísmo), se plantea la creación del mundo y del hombre, se estudia el diluvio (originado por la molestia y ruido que generaban los hombres), se explica el inframundo, se analizan las formas rituales de sacrificio, los exorcismo y el cultivo de la magia, la relación entre religión y astrología, el poder de los santuarios.

Una lectura de todos estos temas nos da la clave para entender muchas fórmulas religiosas creadas por griegos, fenicios y judíos.

El libro destaca por sus múltiples textos traducidos de las tablillas originales que permiten un mayor conocimiento (directo) de esta religiosidad)



lunes, 8 de abril de 2024

Cosas de romanos. El cristianismo del IV y el movimiento anacoreta

 Un término muchas veces usado por los lugareños de Egipto, quienes en momentos de angustia u opresión habían optado por él: anachóresis (de aquí nuestro «anacoreta»: ser «una persona desplazada»). Para Plotino y muchos obispos cristianos, desentenderse del mundo era un acto tranquilo que no comportaba rompimiento alguno con la cultura y la sociedad circundante. Por el contrario, un gesto físico y explícito «de desplazamiento» se hallaba en las raíces de la vida espiritual de Antonio: abandonar el mundo civilizado era el necesario primer paso en el nuevo movimiento ascético. Sea cual fuere el modo como lo presentara, el nuevo santo cristiano había optado en pro de algunas antítesis flagrantes respecto a las normas de la vida civilizada en la cuenca mediterránea.

Inevitablemente, por tanto, el modo como tales hombres se organizaron a sí mismos, la cultura que crearon, las normas de comportamiento que predicaron, incluso los lugares en los que gustaban congregarse, señalaban un rompimiento con lo que había existido anteriormente. El atractivo y la importancia del ascetismo, que barrió rápidamente el mundo romano en el siglo IV, radicaba precisamente en esto: era un grupo de «personas desplazadas», con un estilo propio, que afirmaban haber comenzado de nuevo la vida. Este «desplazamiento» cristiano se extendió con una asombrosa rapidez a partir de diversos núcleos. Mesopotamia fue el centro de una de esas explosiones cuyas ondas de choque atravesaron pausadamente el Próximo Oriente. 

El ascetismo sirio de la región alrededor de Nísibis y de Edesa, especialmente las inhóspitas montañas de Tur Abdin (los montes «de los siervos [de Dios]», es decir, de los monjes), se extendió hacia el norte hasta el interior de Armenia, y hacia el oeste hasta las calles de Antioquía, y enriqueció y agitó las vidas de ciudades mediterráneas tan distantes como Constantinopla, Milán y Cartago. Los sirios eran las «estrellas» de este movimiento ascético: rudos itinerantes tocados con pieles, con cabellera cobriza que les asemejaba a águilas, esos «hombres de fuego» sorprendieron e inquietaron al mundo grecorromano con sus gestos histriónicos. Sus más típicos en el siglo V fueron los santos «estilitas», hombres que establecían su morada en la cumbrera de grandes columnas. El fundador de este comportamiento idiosincrático, Simeón (c. 396 − 459), mantuvo su mirada durante cuarenta años en la cúspide de un pilar de quince metros de altura en la región montañosa en torno a Antioquía. 

En Egipto, por el contrario, el ascetismo adoptó un talante diferente. Un campesinado sagaz e inquieto adoptó un rumbo bien alejado del feroz individualismo de los sirios. Los egipcios sentían que su vida transcurría en un mundo confuso, minado como un campo de batalla por las estratagemas del demonio y fácilmente quebrantado por el ansia sangrienta de pelea de sus colegas lugareños convertidos en monjes. Optaron por la humildad, por una rutina limitada —pero sin pausa— de plegarias y labores manuales, por la seguridad en los cómputos, por una disciplina de hierro. Pacomio (c. 290 − 347), un labrador que otrora había sido obligado a formar parte del ejercito de Constantino, se dispuso a crear una vida monástica organizada, agrupando las celdas de los eremitas para formar un gran asentamiento en el Alto Egipto, comenzando en Tabennisi, en la Tebaida, en el 320. Su «colonia» fue concebida con una gran inteligencia complementada con la disciplina, y se expandió con una rapidez y flexibilidad que sobrepasó totalmente a cualquier otro tipo de organización del Estado romano tardío: hacia finales del siglo IV los monasterios concebidos por Pacomio albergaban en su seno a siete mil monjes. Los experimentos egipcios crearon un ethos totalmente particular. Los «padres» egipcios —los apa, de aquí deriva nuestro vocablo «abad»— proporcionaban los modelos para las comunidades monásticas que se constituyeron a finales del siglo IV, tan alejadas unas de otras como Cesarea de Capadocia y Rouen. 

Sus Dichos proporcionaron el modelo de un nuevo y notable género literario, cercano al mundo de las parábolas de la sabiduría popular, cuyos temas y anécdotas atravesaron toda la Edad Medía y llegaron hasta la Rusia prerrevolucionaria. En estos Dichos el campesinado de Egipto habló por vez primera al mundo civilizado, Apenas hay un santo en la Europa medieval cuyas tentaciones no hayan sido modeladas literariamente sobre las que fueron descritas en primer lugar en relación con Antonio en los aledaños de una aldea egipcia. Conocemos muy poco sobre el origen del movimiento ascético en su trasfondo del Próximo Oriente, pero sí lo suficiente como para hacer sospechosa cualquier respuesta simple. 

Se ha sostenido que el monaquismo era un movimiento de huida y protesta —el campesinado oprimido huía buscando la seguridad de dos grandes monasterios— y que sus quejas contra los terratenientes se mezclaban con el fanatismo con el que atacaban al paganismo clásico y la cultura de las ciudades griegas. De hecho, los fundadores del movimiento monástico y las gentes por ellos reclutadas no eran campesinos oprimidos. Su disgusto era más sutil. El Egipto del Bajo Imperio era un país de ciudades vigorosas donde las tensiones surgían a menudo por los efectos distorsionadores de la nueva riqueza y las nuevas oportunidades, así como por las depredaciones inmemoriales de los publicanos. Los pueblos de Egipto y Siria llegaron a producir una gran abundancia de excéntricos acomodados, cuyo talento no encontró ningún aliviadero en las prudentes y bien arraigadas rutinas de las prósperas comunidades de labriegos. Antonio fue un fracaso educacional; Macario había sido un contrabandista; Pacomio había quedado desarraigado por el servicio militar; el amable Moisés había sido un trotamundos. Por poco que sepamos sobre los orígenes del movimiento ascético, conocemos bastante sobre la función y el significado del acto monacal del «desplazamiento» en la sociedad de los siglos IV y V. Al «hombre santo» se le enseñaba que había conseguido la libertad y un poder misterioso gracias a haber traspasado muchas barreras visibles de una sociedad no tanto oprimida cuanto rígidamente organizada para la supervivencia. En las aldeas, dedicadas durante milenios a preservar sus intereses contra la naturaleza, el hombre santo había escogido deliberadamente la «anticultura»: el desierto cercano, los farallones montañosos de las proximidades. En una civilización identificada exclusivamente con la vida ciudadana, los monjes habían perpetrado un absurdo, habían «edificado una ciudad en el desierto». Pero sobre todo, en un mundo en donde se había enseñado que la raza humana estaba acosada por poderes demoníacos invisibles (cf. págs. 59 y ss.), los monjes consiguieron una buena reputación gracias a ser «luchadores de primera clase» contra el diablo. 

Ellos mantuvieron la malevolencia satánica a raya, y fueron capaces —como nunca lo había sido el hombre corriente con todos los amuletos y remedios contra la magia— de reírse del demonio en sus narices. Los poderes del hombre santo se manifestaban en sus relaciones con el reino animal, quien había simbolizado siempre el salvajismo y el ansia destructiva de los malos espíritus: ahuyentaba a las serpientes y a las aves de presa, y podía sentarse tranquilamente como pacífico señor de chacales y leones. Pero ante todo, al hombre santo se le había ensenado que poseía la prerrogativa más envidiable a la que podían aspirar los habitantes del Bajo Imperio: había conseguido la parrhesía, «la libertad para hablar», ante la terrible majestad de Dios. Para un cristiano del siglo IV, Dios era un emperador, escrito con mayúsculas. Solamente aquellos de sus súbditos que habían pasado sus vidas en una obediencia trémula e incontestable a sus mandatos podían sentirse libres para acercarse a él como cortesanos privilegiados y hacer que respondiera a sus plegarías con espectaculares resultados.


El mundo de la Antigüedad Tardía (Brown_ Peter)


TODAS NUESTRAS COSAS DE LOS ROMANOS

domingo, 7 de abril de 2024

Gilgamesh y la muerte

El Poema de Gilgames estaba ahí para recordar que los mayores esfuerzos desplegados por este héroe habían resultado vanos para triunfar sobre ella. Y cuando, llegado al término de su largo y terrible viaje, se encontraba frente al superviviente del Diluvio, del que esperaba obtener el secreto de su privilegio de inmortalidad, Uta-napisti le decía: 

Como las cañas del cañaveral, la humanidad debe ser quebrada.

Incluso el mejor de los jóvenes, la mejor de las jóvenes,

son arrancados por la mano de la Muerte, la Muerte, que nadie ha visto, 

cuyo rostro nunca nadie percibió, 

cuya voz nadie oyó: la Muerte cruel, que tritura a los hombres… 

como hierbas efímeras arrastradas por el agua. 

De rostros que veían el sol ¡de un solo golpe, nada queda! 

El dormido y el muerto son iguales. 

Jamás se pudo reproducir la imagen de la Muerte, y, sin embargo,

¡desde sus orígenes, el hombre es su prisionero! 

Desde que […], reunidos los Grandes Dioses, 

Mammïtu, la Hacedora de los destinos, 

fijó el azar con ellos, 

los dioses nos impusieron la muerte y la vida, 

dejándonos en la ignorancia del momento de la muerte.


La religión más antigua: Mesopotamia (Jean Bottéro)

sábado, 6 de abril de 2024

Luis Landero. Una historia ridícula

(Que no lo es, en absoluto. Solo un gran disfraz)

Aún recuerdo como si fuera ayer cuando, hace ya tantos años, Luis me dejó en las manos su último descubrimiento. Eran los Juegos de la Edad tardía de Landero.
Fue una revelación, un nuevo lazo dentro de nuestra amistad, que nos enseñó a comprendernos en muchas de las cosas que seríamos en el futuro.
Su prosa elegante, su suave fluir, me fueron maravillando cada vez más en este autor de las historias pequeñas y delicadas, de una poesía lúcida, sin ningún aspaviento.

En está obra de la que ahora hablo, además, existe la maravilla de un personaje ridículo que me volvió a regresar a Luis y nuestra juventud: había tanto en él de Filomeno, a mi pesar, de Don Gonzalo. Esa novela que nos acompañó durante aquel verano y nos ayudó a comprender tantas cosas y ahora... Ahora ya no lo podemos compartir.
Es un puta vida, como dijo Ciprian mucho antes de serlo. Un...

Pero ya no merece la pena seguir fustigándose. Acaso sea mejor rendirle un pequeño homenaje con este libro que tiene tanto de él, de las dudas secretas (que nunca lo fueron demasiado), de todo aquel sutil entramado de pequeños traumas, miedos e incapacidades que otros llaman vida cotidiana, y a veces las escribimos con mayor o menor fortuna como una especie de salvavidas frente a la nada, el tiempo y las tiernas soledades.
Por eso la historia ridícula de amor de Marcial y Pepita, su suave absurdo, resulta reconfortante pues nos muestra nuestras ridiculeces sin fustigarnos, haciendo heridas tranquilas que nos sirven, ante todo, para reconciliarnos con nuestro yo menos querido.
Todos somos pequeños pavos reales que se pavoneando (por lo menos en el ámbito más íntimo) ante los otros. Una función fisiológica tan necesaria como la propia respiración.

Solsona


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miércoles, 3 de abril de 2024

Jim, Lounis Chabane. Héléna



















No es una bonita historia

Ni tiene un final feliz

Es una historia de imposibilidades y dolor,

pero es tan bella.

Es la historia de un amor imposible desde la misma adolescencia que termina convertida en dos horas pagadas de compañía los jueves.

Pero no, no es para nada sórdida, pues hay demasiada ternura, demasiado dolor para relacionarse sentimental con el protagonista, Simón, que busca sin éxito un amor imposible, casi como un cuento, y yo (casi sin querer) pensé en Sabrina y en Luis (pues ellos también se buscaron sólo con éxitos momentáneos de verdadero amor imposible)

Yo recomiendo esta novela gráfica, con un fantástico dibujo y una trama que evoluciona de forma maravillosa.


Ciprián


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lunes, 1 de abril de 2024

COSAS DE GRIEGOS. Los adivinos

Si algo te inquieta, gracias a Alcibíades tienes más adivinos que nunca en Atenas para que te digan lo que va a ocurrir. Y si no te gusta, acudes a los de Nicias, que te dirán lo contrario. —Se rio con ganas y estuvo a punto de derramar el vino

—. Aunque os tengo que reconocer que hay uno que me ha impresionado. Se ha instalado a los pies de la Acrópolis, junto al templo de Asclepio. Tiene media cara quemada —se pasó la mano por la parte izquierda del rostro con un gesto de desagrado—, y corre el rumor de que cuando se quemó se le concedió el don de la profecía. Sin duda lo ha traído Alcibíades, pues es de los que han vaticinado más beneficios para la expedición a Sicilia, pero yo lo he visto en acción y no me atrevo a negar que su inspiración provenga de los dioses. 

—Aprovechará la fama que le ha proporcionado Alcibíades para cobrar caro. —Querefonte dio un trago a su copa fingiendo desinterés. —Me ha parecido que le cobraba diez dracmas a un consultante. Obviamente cobrará todo lo que pueda y trabajará incluso de noche, pues sabe que los sacerdotes de Asclepio o los adivinos con puesto fijo lo echarán a patadas más pronto que tarde. La adivinación, tanto fija como ambulante, era una actividad a la que recurrían los atenienses de todos los estratos. La regulación era estricta, y los castigos a los infractores, severos, pero al ser una práctica tan lucrativa a menudo surgían nuevos adivinos que la llevaban a cabo sin la autorización pertinente.

(...)

 El adivino tenía junto a él una jaula de mimbre con varias palomas. Extrajo una con cuidado, la colocó sobre el altar de madera y la degolló. Observó el flujo de sangre y después le abrió el vientre y examinó las vísceras. Se inclinó hacia el consultante y habló con él en voz baja al tiempo que señalaba el hígado. Los presagios eran negativos cuando se encontraba alguna anomalía, pero Querefonte no consiguió distinguir las palabras del adivino. El hombre se levantó y se alejó con una sonrisa iluminándole el rostro. Querefonte lo envidió.

 —Diez dracmas, señor. Bajó la mirada hasta la mano del chiquillo. Le entregó las monedas y se sentó en una estera frente al adivino. De cerca le pareció más joven que en su primera impresión, pero también más siniestro. 

(...)

En el caso de problemas o sucesos inexplicables era un adivino el que podía proporcionar ayuda. En la época arcaica, los adivinos eran aún aristócratas que participaban en todas las facetas de la vida aristocrática , incluyendo el campo de batalla. Sin embargo, a pesar de su pericia, la palabra de los adivinos no era determinante: la gente era libre de aceptar o rechazar su consejo y la épica o la tragedia ofrecen numerosos ejemplos de adivinos, como Tiresias en el Edipo Rey, cuya palabra era, injustamente, ignorada.


El asesinato de Sócrates (Marcos Chicot)


                               COSAS DE GRIEGOS


domingo, 31 de marzo de 2024

Gilgamés. Carpe Diem mesopotámico

 ¿Por qué vagabundear así, Gilgames?

 La vida sin fin que buscas 

¡no la encontrarás jamás! 

Cuando los dioses crearon a los hombres, 

les asignaron la muerte, 

 reservándose la inmortalidad para ellos solos. 

Tú, más bien, llénate la panza, 

permanece alegre día y noche,

 haz fiesta todos los días, 

danza y diviértete día y noche, 

atavíate con ropas limpias, 

lávate, báñate, 

mira tiernamente a tu pequeño que te tiende la mano 

y haz feliz a tu mujer,

 apretada contra ti. 

Pues ésa es la única perspectiva de los hombres. 


La religión más antigua: Mesopotamia (Jean Bottéro)